Un gran retiro espiritual en familia

Estamos en la cuaresma, tiempo santo y penitencial que nos conduce a la celebración de la Pascua. El Domingo de Ramos es el último domingo de cuaresma, pues esta concluye recién el Jueves Santo por la tarde, cuando empieza el Triduo Pascual, esto es, los tres días de Pascua (Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Resurrección).

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Este domingo nos lleva a celebrar dos eventos muy importantes: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y también su pasión (es el único domingo del año litúrgico en que se proclama la pasión de Cristo).

En nuestra cultura popular entró fuertemente la necesidad del tener el ramo bendecido en la misa de este domingo, por eso, en tiempos normales, es uno de los días de mayor presencia de pueblo en las iglesias.

Es increíble, pero tantas veces repetimos el evento bíblico en nuestras vidas concretas. Salimos con ramos en las manos a acoger al Señor y aclamarlo como nuestro Salvador, como también hicieron los habitantes de Jerusalén, pero después en los otros días santos de esta semana lo ignoramos, lo traicionamos y lo negamos de tantos modos, como también lo hizo su gente.

Un Domingo de Ramos diferente

Por la realidad sanitaria que estamos viviendo a causa de esta pandemia del coronavirus, este domingo tiene que adaptarse a esta realidad. Ciertamente, a todos nos viene la angustia y la nostalgia de vivir la celebración con toda nuestra gente, pero debemos adecuarla a nivel familiar o tal vez hasta solitos. Lo importante es encontrar el modo de hacerlo con mucha intensidad. Ten preparado algún ramo, aunque sea de cualquier planta. Busca la transmisión de la misa que te sea más accesible. Si fuera posible, reúne a toda la familia, y vivan la celebración con sus respuestas, cantos y gestos. Tu ramo, por la fuerza de Dios, será bendecido, pues Dios no mezquina su bendición a los que le suplican y aún más en este tiempo de grave necesidad. Así empezarás con Jesucristo su camino hacia la pasión, muerte y resurrección.

Una Semana Santa particular

Aprovechemos este tiempo de confinamiento para escuchar a Dios. Estamos descubriendo que todos somos frágiles. Son días de miedo y de inseguridad. Esta situación nos deja a todos vulnerables y sensibles. Vive toda esta semana como un gran retiro espiritual, tal vez como nunca lo hiciste antes. Busquemos hacer santo cada día de esta semana: con oraciones, penitencias y obras de caridad. Seamos responsables a la hora de seguir las recomendaciones sanitarias colaborando en la no difusión de este virus. Tengamos una alimentación sencilla y sin desperdicios. Y si tienes condición comparte los alimentos o tus bienes con tantos hermanos que por no poder trabajar están pasando días muy difíciles. A su tiempo y a su modo, Dios te devolverá todo con creces.

Este virus nos está enseñado que nadie se salva solo, necesitamos ser solidarios. Estoy seguro de que esta semana puede ser mucho más santa que tantas otras que hemos vivido. Y pidamos a Dios la gracia de ser realmente renovados por este tiempo de purificación: que cada uno salga de esta experiencia diferente: más humano, más sensible y más responsable. Pero que también nuestra familia se renueve, nuestras comunidades, y por qué no también nuestro país. Hagamos de esta desgracia una oportunidad de profunda transformación, pero no nos olvidemos que el primero que debe cambiar somos nosotros mismos: no exijas cambios si tú mismo no has cambiado en nada.

Paz y bien.

Capuchino

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