Este capítulo de la compleja historia del proyecto hidroeléctrico binacional, según fuentes oficiales, también fue considerado como el de la inauguración simbólica de la central, a pesar de que puesta en operación no se concretó antes del 5 de mayo de 1984, día en que, además, realizaron la primera interconexión de la nueva hidroeléctrica con el sistema brasileño.
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El vertedero, tal vez el componente del conjunto más apreciado por el turista, especialmente en los días en que sus 14 compuertas están abiertas, tal vez porque le trae recuerdos de las siete caídas naturales del Salto del Guairá, ahogadas por el embalse, se localiza en la margen derecha de la central, en territorio paraguayo.
Detallan en dependencias paraguayas de la entidad que las compuertas del colosal aliviadero permanecieron plenamente abiertas hasta finales de noviembre de 1982, cuando el caudal del río Paraná alcanzó los 20 mil metros cúbicos por segundo (m3/s).
Estas estructuras, que incorporaron la palabra “compuerta” a nuestras conversaciones cotidianas, pesan 300 toneladas cada una, estuvieron abiertas hasta agosto de 1983, según la binacional, cuando los caudales disminuyeron a cerca de 15.000 m³/s.
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Caudales del río, la central, y el milagro horario de la luz
La observación y registro del “comportamiento” de los caudales que afluyen a la represa es tal vez una de las labores más importantes en Itaipú, sencillamente porque es la fuerza que impulsa los rotores de sus turbinas, de sus generadores y, que luego de superar varios eslabones del proceso, se produce el milagro horario de la luz.
Los registros de la entidad binacional revelan que el caudal que recibe Itaipú, el mínimo, data de agosto de 2001, con 6.768 m³/s, en tanto que el máximo corresponde a junio de 1983, con 33.064 m³/s. En cuanto al diario, el máximo, de 39.790 m³/s, se registró el 15 de junio de 1983 y el mínimo, el 10 de setiembre de 2001, con 6.082 m³/s.
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Recuerdan los voceros paraguayos de la entidad binacional que la construcción de la central hidroeléctrica, de 195 metros de altura, equivalente a un edificio de 62 pisos, sus constructores desviaron el curso del río Paraná, que removieron más de 60 millones de metros cúbicos de tierra y piedras y que utilizaron alrededor de 200 mil toneladas de acero.