La investigación, que publica la revista Plos Genetics, ha sido dirigida por científicos del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) y del Departamento de Medicina y Ciencias de la Vida (MELIS) de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona (España).
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El estudio, liderado por la investigadora del IBE Elena Bosch y el científico de MELIS-UPF Rubén Vicente, apunta que la secuencia de ADN de los humanos conserva variantes genéticas de origen denisovano.
Los denisovanos son una población de humanos primitivos que vivieron en Asia hace miles de años, en zonas donde también habitó el Homo sapiens, por lo que hubo cruces entre ambos.
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El estudio se ha centrado en una alteración en la regulación del zinc, un elemento que transporta información del exterior hacia las células y que influye en la excitabilidad del sistema nervioso, además de tener un papel fundamental en la salud mental de las personas.
La herencia genética en la anorexia y otros males
Los investigadores han identificado que esta alteración, procedente de los denisovanos, pasó a los Homo sapiens y se extendió por todo el mundo, excepto en África.
Esta variante en el zinc se asocia con una mayor predisposición a sufrir algunas enfermedades, entre ellas la anorexia nerviosa, el trastorno de hiperactividad, de espectro autista, bipolar u obsesivo compulsivo, así como la depresión y la esquizofrenia.
El estudio también señala que esta adaptación genética observada en el zinc pudo representar una ventaja evolutiva en la adaptación al frío.
Según los investigadores, la variante observada provoca un nuevo equilibrio del zinc dentro de la célula que promueve un cambio en el metabolismo que, al parecer, permitió a los humanos hacer frente a un clima hostil.