Gua’a pytã

Especie número 43 del manuscrito y 271 de los Apuntamientos de Félix de Azara, con las denominaciones de Arárácá puyta, o Guaa-pitá, y de Guacamayo rojo, respectivamente.

Gua'a pytã (Ara chloropterus), fotografía gentileza de Oscar Rodríguez (Paraguay Birding & Nature), CON - Paraguay
audima

Respecto a tales nombres Félix de Azara solo señaló que los españoles llamaban a esta ave Guacamayo colorado o rojo; Bertoni registró para ella -en diversos trabajos- los de Gua’á, Gua’a pytá, Ararakang, Andapurî (nombre antiguo, señalado por el padre Lozano), y Ara-pira o Arara-piranga; Gatti (Enciclopedia) rescató los de Arapirá, Araracá, y Gua’á; y el jesuita José Sánchez Labrador los de Guaa picta y Naquilgena (entre los Mbayá).

Azara vio, el 22 de enero de 1786, en el camino que unía los pueblos de indios de San Estanislao y San Joaquín:

una especie de jaula de ramas [de palma] puesta en alto junto a un árbol, y preguntando lo que era me dijeron ser hecha por algún indio Montés [Mbyá] con el fin de cazar guacamayos y loros, los cuales al comer la fruta del árbol son enlazados, como las perdices en Montevideo, por el indio que está en la jaula, el cual tiene varias varitas y en la punta de cada una un lacito [corredizo] que pasa por el cuello a las aves”. Agregó -en su Geografía Esférica- que los indios monteses eran tan diestros en esa forma de cazar “que hasta las avispas enlazan con crines del caballo”.

Nuestro naturalista, sin embargo, debió agenciarse para cazar al individuo que describió. Anotó al respecto:

Son sagaces para no exponerse al tiro. Yo me puse junto a un nido donde oía los hijuelos, esperando matar los padres que no quisieron llegarse en más de hora y media que estuve oculto, y de aburrido me fui (noviembre). El ejemplar que describo lo vio un muchacho, que venía conmigo, entrando en su nido, que tienen dentro de los palos secos o gastados, fui allá, hice que dicho muchacho golpease el tronco, salió el ave y la maté (…) Mientras esperé oculto junto al nido jamás oí chillar a los pollos, pero con frecuencia golpeaban el palo con el pico, según oía distintamente”.

Si bien consignó Azara que este psitácido era común en el Paraguay, aclaró que no abundaba, y que no creía que pasara de los 28 grados de latitud.

Nomenclatura

Sonnini afirmó que el Guacamayo rojo de Azara era el Ara rouge descripta por Buffon, descripción que agrupa a dos especies -el Ara chloropterus (estampa iluminada número 12) y el Ara macao (estampa iluminada número 641)- que el propio Buffon entendió que serían diferentes-, y no le pareció extraño que Azara destacara las diferencias que advirtió entre su descripción y la de Buffon pues, él mismo -Sonnini-, había observado hacía tiempo que los individuos de esta especie no solo presentan diferencias en la distribución de sus colores, sino que también en su tamaño.

El Guacamayo rojo de Azara era, efectivamente, de la misma especie del Ara rouge de Buffon (la representada en la estampa iluminada número 12 de Martinet), la que fue clasificada por Gray en 1859 con la denominación de Ara chloroptera (actual Ara chloropterus), en la List of the specimens of birds in the collection of the British Museum (pt. 3, sec. 1-2, p. 26).

El epíteto que identifica a esta especie corresponde a la palabra griega chloropterus/alas verdes, que es una de las características más notables de esta ave.

Costumbres y nido

Sobre las costumbres y el nido de esta especie mencionó Azara en el manuscrito:

“siempre van de dos en dos, gritan insufriblemente. Viven en los bosques, y sus comidas son los cocos del país, que rompen fácilmente para comer su almendra. Jamás he visto que bajen al suelo, sino cuando madura una frutilla llamada Mburucuyami. Algunos los domestican, y de uno he oído que hablaba (…) Yo he visto este tronco, y el anterior, donde tienen nido colocado muy altamente, donde dificultosamente podría subir un grumete. Su entrada me pareció de la anchura precisa, por cuyo motivo pregunté al muchacho y me dijo que entraba primero la cola, y que criaban solo dos hijos; esto lo creí, lo primero no. Como quiera su cola le ha de embarazar mucho en su nido, la cual, y las demás plumas, están a la verdad poco gastadas (…) No sé si el nido estará muy hondo”; y, complementó en sus Apuntamientos:

“Deposita dos huevos blancos lustrosos, muy agudos en un polo, en agujero elevado de tronco, y sus ejes son veinticuatro y dieciséis líneas. Los pollos, que luego se parecen a los padres, no chillan para explicar su necesidad, y lo hacen golpeando con el pico al tronco. Los padres no pierden el nido de vista, y acuden alborotando, si entienden que se lo quieren sacar. Alternativamente covan y alimentan a los pollos, y aún parece que los dirigen algún tiempo después. No hay diferencia sexual, y los sexos se aman lo que se puede entender del caso siguiente. Por abril de 1788 fue a cazar Manuel Palomares, y a distancia de una legua mató uno, y le colgó a la grupa de su caballo. Viendo esto el compañero del difunto siguió a Palomares hasta su casa, que está en el centro de la capital del Paraguay, en cuyo corral se arrojó inmediatamente al guacamayo muerto. El día siguiente se vio al vivo sobre la tapia, y lo mismo se observó algunos después, porque iba a comer y volvía. Últimamente los criados encontraron al vivo en el suelo junto al muerto, y dejándose coger, le metieron en casa, donde se domesticó. En otra casa de la misma ciudad vivió uno domestico cuarenta y cuatro años, dándole en los últimos maíz hervido, porque no podía comer otra cosa. Habiendo muerto uno, y puéstole panza arriba, me ocurrió darle fuertes palmadas en el pecho, y noté que cantaba como vivo”.

Caracteres

Describió Azara a su Guaa-pitá y a su Guacamayo rojo en iguales términos, por lo que no vale la pena ocuparse de ellos.

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