Sobre el nombre común de esta ave Félix de Azara consignó en su manuscrito:
“Los españoles de la provincia llaman a este pájaro Acahe. Los indios de Yacu-caati y Yapery. Otros le llaman Guirahú-choré que significa Ave-negra-choré. Los dos primeros nombres los dan también a otras especies distintas y el último es poco expresivo, por cuyo motivo yo le conservo el de Yapury”; y, en sus Apuntamientos:
“Así le llaman generalmente [Yapú]; otros yapurí, y otros acahé saiyú (acahé de vestido amarillo)”.
Bertoni (Vocabulario) y Gatti (Enciclopedia) dan a esta especie el mismo nombre común, aunque el primero lo escribe con diferente grafía: Djapú. Ninguno de ellos explicó su significado.
Solo dos individuos de esta especie Azara había visto al tiempo de redactar su manuscrito: el primero -que mató de un escopetazo y describió-, junto al pueblo de Atyrá; y, el segundo - que no pudo matar -, junto al río de Curuguaty.
En sus Apuntamientos consignó que esta ave “no abunda, ni le he visto pasar el grado 26 de latitud”.
Si se considera que el Japu fue la primera especie de su colección ornitológica, cuyas aves por entonces estaban clasificadas según el orden en que habían sido obtenidas, y que Azara estuvo en Atyrá por primera vez el 31 de julio de 1.784 -durante su viaje a la Cordillera-, se puede concluir que desde dicha fecha se inició en la tarea de cazar, describir y preparar aves.
Nomenclatura. Sonnini coincide con Azara al identificar al Japu con el Cassique huppé de Cayenne de Buffon, que no es otro que el Psarocolius decumanus del naturalista alemán Peter Simon Pallas (1769, Spic. Zool. Fasc. 6, p. 1, pl. 1). Sonnini mencionó que esta ave se encuentra en el Brasil; así como en la Guyana francesa, donde él la había observado con frecuencia y se la conoce con el nombre de cul-jaune o de cul-jaune des palétuviers.
En realidad, el Yapú de Azara es la subespecie Psarocolius decumanus maculosus del ornitólogo estadounidense Frank Chapman (1920, Proc. Biol. Soc. Washington, 33, p. 26).
El espécimen tipo del Psarocolius decumanus maculosus fue colectado por Howarth S. Boyle y Leo Edward Miller, el 3 de junio de 1915 en Cochabamba (Bolivia), y formaba parte de la Colección del Museo Americano de Historia Natural (AMNH) cuando Chapman lo analizó.
Chapman, a quién en días más recordaremos en un nuevo Conteo Navideño de aves, notó que tal espécimen del AMNH era más pequeño que el de un Psarocolius decumanus decumanus; y, además, que tenía el pico más corto, una coloración más parda, y un número variable de plumas totalmente amarillas, o algunas -muy pocas- parcialmente de color blanco amarillento o blanco, distribuidas irregularmente por el cuerpo y coberteras alares.
La palabra maculosus (del latín manchado, marcado o ensuciado) con que Chapman identificó a esta subespecie, obedece a aquellas pequeñas plumas irregularmente distribuidas.
Las observaciones de Chapman coinciden con las que anotó Azara en su manuscrito sobre el Japu:
“La rabadilla por encima y debajo es de color de canela subido, todo lo demás del cuerpo es negro lustroso a excepción de cuatro o cinco pequeñas plumitas blancas y amarillas que sin simetría tiene sobre los lomos y las y cobijas superiores de las alas, las que yo tengo por pura variedad individual”; en sus Apuntamientos mencionó prácticamente lo mismo:
“La rabadilla íntegra y parte del lomo son castañas encendidas; y todo el resto del vestido negro lustroso. Un individuo tenía en la espalda y timoneles superiores cinco plumitas blancas y amarillas sin simetría”.
Costumbres. Dice Azara sobre las del Japu en su manuscrito:
“De sus movimientos inferí que es ave desconfiada y esquiva, ni debe de ser muy abundante. Vive en los bosques altos y espesos. Para cantar se pone colgado de la rama cabeza abajo, aleteando en esta situación canta divertidamente imitando a un órgano, según me asegura como testigo don Rudecindo Escurra, cura compañero del pueblo de Atirá”.
En sus Apuntamientos mencionó que esta ave:
“Para cantar, que lo hace rarísima vez, tiende el cuerpo a lo largo sobre el tronco de una rama inclinada cabeza abajo, y aleteando despide una voz que no sé explicar; pero es extrañísima, con alguna variedad no desagradable. Va por lo común solo o con su amada, y a veces en sociedad de ciento, que vuelan y obran acordes, batiendo las alas a compás espacioso con bastante elevación, y posándose a veces hacia la cima de los árboles”; y, que los adultos “comen muchas naranjas y piñas o ananás”.
Nido. De su nido Azara anotó en su manuscrito:
“Don Ignacio Pazos, piloto de mi Partida, halló en los bosques del río Tobatiry y me trajo el nido de esta ave. Para hacerlo ata cuerdas o tiritas de corteza de caraguata y de los árboles llamados Curupay y Urundey, [a] alguna rama sólida, y de ella cuelga una bolsa, cuya longitud en la que tengo presente es treinta y cuatro pulgadas, y no sé lo que dejarían en la rama al contarla. La parte inferior de la bolsa que es donde están los hijuelos es una semiesfera de diez pulgadas de diámetro exterior. En lo más alto de la bolsa está en la entrada larga hacia abajo diez y seis pulgadas, y seis ancha. El total es por su situación más que por su tejido impenetrable al agua, y es compuesto de dichas tiritas, anchas una línea, entretejidas con bejuquillos, y muchas raicillas negras equivocables con las cerdas del caballo que parásitas se crían en los Sauces junto a los ríos. Están estos materiales tan enredados confusamente que no se nota tejido alguno regular; pero el todo es bastante fuerte, y más listo por de dentro que por fuera a donde salen todas las puntas. Causa admiración el pensar cómo puede esta ave formar un enredo tejido en el aire, y darle consistencia más que suficiente a sus ideas, y la figura de una bolsa simétrica, y bien hecha. La semiesfera o parte baja de la bolsa no tiene más colchón sino hojas delgadas de árbol secas, y medio rotas, pero en abundancia, uno que dice haber sacado su nido, me asegura que pone tres huevos, cuyos pollos con el viento están dentro del nido en un continuo columpio”; y, en sus Apuntamientos:
“He encontrado hasta seis nidos en el mismo árbol: no sé si porque no tienen celos, o porque son raros los árboles acomodados a sus ideas; porque requieren que esté el árbol en la costa del bosque: que sea de tronco liso y recto: que tenga ramas horizontales a diez o doce varas del suelo: que sea copudo, y no tan próximo a otros que se pueda por ellos llegar al nido: y este ha de estar suspendido en la punta de las ramas inferiores, y muy separado del tronco, para que cuando se suba al árbol, nadie pueda llegar al nido, cuya fábrica es esta. Enredan o atan ambos cónyuges cortezas de caraguatá, bejuquillos, y muchas barbas negras de una planta que se equivocan con las crines del caballo. Forman con todo lo dicho una perfecta bolsa o faldriquera de treinta y seis pulgadas, con diez de diámetro en la parte baja, que es semiesférica. La entrada es larga y está hacia lo alto; y el colchón se reduce a abundancia de hojas secas y grandes de árbol. Me aseguran cría tres pollos, y que los alimenta con gusanos de avispa y otros”.
Caracteres. Azara en sus Apuntamientos suprimió los siguientes en la descripción del Japu:
Pico: robusto, casi recto, y de color de paja seca. La mitad superior hace una entradita considerable en la cabeza, en lo más alto o caballete. Las ventanas de la nariz están a la raíz de la pluma y son arredondadas;
Piernas: largas y vestidas. El tarso despoblado de pluma, cubierto de escamas negras. Tiene en cada pie cuatro dedos, dos anteriores y dos posteriores. Su uña negra.