El calentamiento global provocado por los gases de efecto invernadero, actualmente situado en unos 1,1ºC respecto al período preindustrial, provoca ya catástrofes como olas de calor, inundaciones, incendios, huracanes, etc.
El Protocolo de Montreal se firmó en 1987 para suprimir progresivamente los gases CFC (usados en la refrigeración y en los aerosoles), responsable del “agujero” de esta capa gaseosa que protege la Tierra de los rayos que provocan cáncer de piel, daños oculares e inmunitarios.
Sin este acuerdo, el calentamiento global alcanzaría los 4ºC, incluso si los países consiguen limitar el alza del termómetro causada por otros gases por debajo del 1,5ºC, uno de los objetivos del Acuerdo de París, según este estudio.
Además de dañar la capa de ozono, los gases CFC son de hecho potentes gases de efecto invernadero que retienen el calor hasta 10.000 veces más que el dióxido de carbono (CO2).
Pero hasta ahora los investigadores no habían estudiado el impacto que la radiación UV adicional tendría en la capacidad de la naturaleza para absorber los gases de efecto invernadero producidos en el planeta.
Desde los años 1960, los bosques y los suelos absorben un 30% del CO2 emitido por los seres humanos a la atmósfera y los océanos, un 20% adicional.
Los investigadores, dirigidos por Paul Young de la universidad de Lancaster, descubrieron a través de modelos que los productos que dañan la capa de ozono habrían también degradado la capacidad de las plantas para almacenar el CO2.
“Un mundo en que estos productos químicos aumentan y continúan retirando la capa de ozono protectora habría sido catastrófico para la salud humana, pero también para la vegetación”, según Young.