El Quijote de Zambia que quiso pisar la Luna

Los jóvenes que pasean por la calle de Nkoloso, en el populoso barrio de Matero en Lusaka, no saben por qué -o por quién- lleva ese nombre: Edward Mukuka Nkoloso, el hombre que soñó con llevar a Zambia a la Luna. “ ¿Era un músico? ” , “ ¿un político? ” , “ ¿un deportista? ” , contestan algunos jóvenes que desconocen que Nkoloso fundó la Academia Nacional de Ciencias, Investigación del Espacio y Filosofía en 1964, el mismo año que esta nación sudafricana se independizaba de la británica Rodesia del Norte.

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Cien años después de su nacimiento, la generación de Nkoloso (1919-1989) está casi desaparecida en Zambia, pero su ambición quedará siempre en la historia de este país sudafricano, que también quiso pisar la Luna. Este idealista -y maestro de ciencias en la escuela- empezó luchando por lo que tocaba en ese momento: la independencia y acabar con el mandato colonial británico en su país, lo que le llevó a ser repudiado de su hogar bajo acusaciones de fabricar bombas.

La Academia -ahora ya desaparecida- le trajo la fama, cuando varios medios internacionales le entrevistaron y le calificaron como un “ chiflado ” que, por sus ideas, se había vuelto loco. “ Nació en el momento equivocado ” , reflexiona el historiador Austin Kaluba en conversación con Efe. “ Los colonos británicos -lamenta Kaluba- tenían una opinión muy pobre de los africanos que colonizaban, por lo que no podían ni imaginar que él andaba detrás de algo realmente factible ” . Por eso, comenzaron una campaña de desprestigio para calificarle de majara, según justifica el investigador zambiano, que cree más bien que era un hombre “ tremendamente inteligente ” que chocó contra el tiempo en el que vivía.

El SUEÑO DE LOS “AFRONAUTAS”

El sueño de Nkoloso, no obstante, era el de tantos otros en un momento en el que el mundo estaba sumergido en la carrera espacial: quería ser el primer hombre en pisar la Luna.

“Algunos pensarán que estoy loco, pero seré yo el que ría el día que ponga la bandera de Zambia en la Luna”, le dijo el propio Nkoloso a un periodista de la agencia de noticias estadounidense Associated Press (AP) en la época. El problema fue que, al contrario de lo que sucedía en EEUU o en la URSS, su Gobierno le dio la espalda y el entonces presidente de Zambia, Kenneth David Kaunda, pensó que la Academia fundada por este Quijote africano era “ algo poco serio ” , por lo que en vez de apoyar económicamente su proyecto, le ofreció un puesto en su gabinete.

“El partido en el poder entonces no quiso lidiar con personas que fueran demasiado inteligentes como para controlarlas”, explica Kaluba. Sin embargo, siendo alocado o no, el plan de Nkoloso era simple: Él y un equipo de 12 jóvenes, en los que se incluía su hijo y una chica, harían el trayecto a la Luna desde la capital zambiana, Lusaka, antes que cualquier otra persona.

El equipo se conoció como los “afronautas” y comenzó su entrenamiento en una zona empinada a las afueras de Lusaka. Se deslizaban por las colinas en tambores metálicos para aclimatarse al movimiento de un cohete que despega rumbo al espacio y caminaban patas arriba, para hacerse a la falta de gravedad.

UNA MUJER A MARTE

Y ya no solo quería conseguir lo que los estadounidenses Neil Armstrong y Edwin Aldrin lograron unos años después, el 20 de julio de 1969, sino que aspiraba a más: a enviar a una mujer, la “ afronauta ” Matha Mwamba, que entonces tenía 16 años, a Marte. Lo haría con gatos, para ver si ellos sobrevivían cuando aterrizasen en la superficie del planeta vecino.

Mientras sus astronautas entrenaban, Nkoloso construía una nave que consistía en un cilindro de cobre y aluminio -materiales que el consideraba perfectos para conquistar el famoso satélite- que medía 3 metros de largo y dos metros de diámetro y que llamó D-Kalu por el presidente que le había negado la ayuda, Kaunda.

Ya tenía tripulación, nave y solo faltaba el día, el 24 de octubre de 1964, cuando Zambia consiguió su independencia y se iba a hacer una gran celebración en el principal estadio de la ciudad. No solo pensaba lanzar la “ nave ” , quería catapultarla.

Y para eso calculaba que necesitaba 700 millones de dólares, que pidió -de forma fallida- a países extranjeros y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) . Pero a este “ loco ” , las autoridades le abortaron el lanzamiento de su cohete siquiera sin intentarlo por ser demasiado “ peligroso ” . Cinco años después, Nkoloso vería como sus sueños se hacían pedazos y, ante la falta de apoyos, sus “ afronautas ” , uno a uno, irían abandonando a su guía.

El pionero dejó de lado sus aspiraciones lunares, trabajó para varias organizaciones y estudió Derecho en la Universidad de Zambia, antes de morir en 1989. Ahora, esa colina que servía de academia de entrenamiento para unos jóvenes e ilusionados “ afronautas ” ha sido engullida por una creciente Lusaka y es parte del barrio de Matero, donde residen 55.000 personas. Solo queda de esta inaudita misión una calle en honor a quien la ideó, que enfila el comienzo de la ladera.

En la memoria política de Zambia, Nkoloso fue un libertador sin miedo, un profesor y un abogado; en la de los escépticos, siempre quedará retratado como un chiflado inconsciente que creyó que podría viajar de Lusaka al espacio. Quién sabe si ahora, el tiempo sería digno de un idealista como él.

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