200’í nomás

El problema esta instalado. Con razón o sin ella, el Poder Ejecutivo –léase Federico Franco- dispuso reducir el costo del pasaje en 200 guaraníes. Hoy día, con ese dinero, no se puede comprar más que un caramelito o tal vez un chicle. Y nada más. Entonces uno se pregunta ¿tanto lío por 200’í? Eso mismo le escuche decir a más de un pasajero, el controvertido día en que el gobierno decretó el descuento, y el verborrágico gerente (o presidente, no se muy bien) de la CETRAPAN dijo que no. El debate quedó instalado.

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Menudo lío se armó pero el rebaño obediente y sumiso de pasajeros paraguayos, rascó las dos monedas de 100 que pensaba ahorrar para completar otros dos pasajes, en el futuro hasta que 24 horas después el empresariado cedió gua’ú, recordando aquello de retroceder un paso para avanzar dos de la táctica militar…

Cierto. 200 guaraníes es casi nada.

Pero es el epicentro de una batalla judicial que se va a desatar en cualquier momento, apenas los todopoderosos empresarios del transporte recurran a la siempre complaciente justicia ordinaria que, entre otras cosas, apaña desde hace años el funcionamiento de cerca de un millar de chatarras con ruedas, bajo el rótulo de transporte público.

Esa batalla, escenificada en el teatro electoral que concluirá el 21 de abril tiene una carga megatónica, y augura una pulseada histórica. Por un lado están los intereses de los empresarios que lloran miserias mientras se pasean orondos en sus coches cero kilómetro y por el otro los usuarios que a cambio del pasaje que pagan (más un sabroso subsidio heredado de la izquierda caviar) contribuyen a acrecentar los ingresos de aquellos, mientras sufren encarne propia el desastroso servicio que reciben a cambio.

La situación política se plantea pues entre un gobierno que reconoce la oportunidad y justicia de un descuento en beneficio del pueblo, y un gremio que se resiste a renunciar a sus beneficios, y está dispuesto a recurrir hasta las “últimas circunstancias” en defensa de sus 200’í.

Si, es cierto, es poca plata, pero menudo entuerto se puede armar por culpa de una ínfima suma de dinero, pero que en esta pulseada alcanza trascendencia vital. Todo es cuestión de esperar qué dice la justicia y como reacciona ese pueblo que beneficiado por un decreto, puede quedar defraudado a causa de un fallo judicial.

Y es así como ese 200’í se convirtió en una auténtica pelota tatá.

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