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A estos “tipos” de inseguridad se sumaron los cinematográficos asaltos a locales bancarios con el empleo de bombas. Una sucursal del banco Regional en Pirapó, en septiembre de 2022, inauguró a nivel local la modalidad. Le siguió un caso parecido en la compañía Kressburgo, en diciembre de 2022.
El 2 de abril pasado, una sucursal del BNF en Yatytay fue atacada y se llevaron el cajero automático, empleando incluso una patrullera policial mientras los uniformados eran retenidos en su propia celda, y el último episodio, en Natalio, ponen al desnudo la vulnerabilidad de la Policía Nacional ante este tipo de organizaciones.
Vulnerabilidad que no será subsanada con una simple barrida de la cúpula policial, sino medidas estratégicas de fondo, como dotar de mayor personal y recursos a las comisarías locales, y depurar las filas policiales.
Es evidente que estas organizaciones operan con mayores recursos en armamentos, logística e incluso inteligencia que la propia policía. Guste o no, mucha información de la que se nutren para preparar estos “golpes” proviene de elementos desleales dentro de la misma policía.
Con todo, se puede afirmar que la inseguridad provocada por este tipo de episodios “peliculescos” no causa el mismo miedo y desesperanza en el ciudadano común como la posibilidad de ser víctima de un “motochorro” en una calle cualquiera, que le tomen por asalto dentro de su propia casa, que le desvalijen la vivienda mientras está fuera, o que le asalten en una falsa barrera de control.
Ese temor, fundado en hechos menos espectaculares y ruidosos que una bomba en un local bancario vacío, está llevando a la gente a niveles de terror, excitación y violencia peligrosos. Como el que se vio recientemente en el barrio Ita Paso, donde unos vecinos hicieron “justicia por mano propia” en un exconvicto que mantenía en jaque a los lugareños.
El domingo 14 de abril pasado, cerca de la medianoche, una turba detuvo a Fernando Arriola (33) y lo entregó a la policía, pero en el entrevero el detenido recibió una puñalada en el pecho de cuya consecuencia murió en el hospital, horas más tarde.
Nada se sabe de quién fue el causante, y posiblemente nunca se sepa. Detrás de este luctuoso episodio se lee mucha rabia y miedo contenidos. Y una absoluta desconfianza en las instituciones encargadas de brindar seguridad e impartir justicia.