El espejo histórico: La prensa como voz de los trabajadores en la lucha contra la injusticia en Paraguay

A propósito del recién celebrado Día del Trabajador, y del Día del Periodista, que recordamos el mes pasado, el politólogo Mario Larroza reflexiona sobre la historia del periodismo en Paraguay, su relación con las demandas de las clases trabajadoras y su papel actual en nuestra sociedad.

Canillitas, Asunción, Paraguay, 1975. Fotografía de J. M. Blanch
Canillitas, Asunción, Paraguay, 1975. Fotografía de J. M. Blanch

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El Día del Trabajador es una de las fechas más esperadas al comenzar el año, y con justa razón. Es el día en que nuestro cuerpo y mente se dan cuenta de la importancia de su rol cotidiano de forma individual y social. Asimismo, el mes pasado recordamos el Día del Periodista, y la labor de los comunicadores ha cumplido últimamente un papel importante para la sociedad paraguaya, pero quizás mucho más para la clase trabajadora, al seguir mostrando la realidad en la que se encuentra inmersa esa importante porción de la sociedad.

¿Pero por qué el Día del Periodista y el Día del Trabajador tienen que ser el espejo que refleje nuestra realidad? En los últimos cuatro o cinco meses del «nuevo» gobierno, al sacar a la luz sus grandes contradicciones con los casos de nepotismo en las instituciones públicas, los medios de comunicación han desempeñado un papel fundamental en la vida de cada paraguayo.

Esta realidad casi siempre estuvo presente en la corta historia que tenemos como república, con situaciones similares a las que vivimos ahora, en las cuales los afectados terminan siendo la clase trabajadora, junto con el medio que sirve de diálogo entre las autoridades y el pueblo. La realidad es que, para los políticos, el rol de la prensa –su verdadera labor, la de investigar y comunicar– molesta, y por eso responden con violencia a quienes se dedican al oficio. Por otra parte, como se nos suele enseñar: «También es una realidad que en la historia de los gobiernos de Paraguay el clamor del pueblo se encuentra más dentro de las paredes de las instituciones públicas y los puntos de comando (PC) que en el campo, las escuelas, los centros comerciales, las calles, etc.» (guiño, guiño).

Paraguay registra en su historia varios momentos en los que intelectuales de primer nivel, poetas, maestros, estudiantes y afines buscaban un medio, un canal, en el que se pudiera hablar y discutir sobre la realidad de los paraguayos. Un medio transparente. Y qué mejor que la prensa para aquel entonces. Así empezaron a aparecer importantes periódicos que arrancaron con el fervor de ser voceros libres e independientes, pero que rápidamente pasaron a responder a los gobiernos de turno o directamente a sus caudillos, perdiendo de esa manera el afán con el que habían comenzado.

En Paraguay, el primer medio de comunicación que buscó llevar a cabo un proyecto de prensa libre e independiente fue La Regeneración, de los Decoud, fundado en 1869. Esta iniciativa buscaba desmarcarse del modelo de hacer prensa anterior a la guerra, que consistía en ser vocero del gobierno. En aquel entonces, ese tipo de prensa servía para mostrar que Paraguay era una República independiente. Para ello, surgió El Paraguayo Independiente, que vio la luz el 26 de abril de 1845, dirigido por el entonces presidente de la República Carlos Antonio López. Fue una respuesta a los periódicos argentinos La Gaceta Mercantil y Archivo Americano, que eran los voceros de Juan Manuel de Rosas y procuraban demostrar que Paraguay seguía siendo una provincia. Después de que Carlos Antonio López lograra el reconocimiento de Paraguay como República Soberana de la mano de Justo José de Urquiza, quien derrocó a Rosas, El Paraguayo Independiente llegó a su fin, habiendo cumplido su propósito inicial. Por lo tanto, frente a este formato de prensa, La Regeneración decidió tomar un rumbo diferente.

Pero aquel rumbo se vio opacado cuando pasó a ser la voz de una sola parte: la del Triunvirato. Surgió entonces otro medio, que le hizo frente, La Voz del Pueblo, de la mano de Cándido Bareiro. Alcibíades González Delvalle, en su libro Periódicos y periodistas del Paraguay, ofrece una mirada sobre estas dos voces: «No eran dos periódicos, eran dos grupos que evolucionarían para dar al país una constitución y dos partidos políticos en cuyo germen podría preverse el futuro –por lo menos inmediato– que les aguardaba».

Después de la llegada al escenario político de los dos partidos tradicionales, colorado y liberal, el espíritu de lo que se esperaba para cualquier medio de comunicación que apostara a la verdad se disipó. Se vieron envueltos, la mayoría de ellos, en pleitos entre intereses caudillistas. De hecho, muchos de ellos pertenecían a las facciones en disputa. Entre ellos se encontraban periódicos que se mantuvieron dentro de la facción del partido colorado, pero que luego pasaron a ser oposición, como, por ejemplo, La Democracia (1881), que arrancó apoyando al gobierno del general Bernardino Caballero y luego pasó a ser oposición; El Paraguayo (1885); El Imparcial (1887), que arrancó del lado de los colorados y luego pasó a ser opositor, y La Nación (1887). Cabe destacar que, como antesala a la generación novecentista, en 1898 apareció La Prensa, periódico de quien llegaría a ser, en su corta vida, una de las figuras más prometedoras del pensamiento político paraguayo, Blas Garay.

Así, entrada la que se conoce como la generación del 900, empiezan a aparecer medios de prensa que responderían a la facción liberal, siempre divididos entre cívicos y radicales. Se encontraban entre estos, por citar algunos, El Cívico (1896); El Diario (1904), que tuvo como director a Adolfo Riquelme, quien, luego de dejar el oficio de periodista, se sumó a la acción bélica hasta ser ejecutado por el gobierno de Albino Jara; y El Liberal (1905). Todos estos medios, así como vieron la luz, también fueron rápidamente apagados como resultado de luchas entre facciones. ¿Y qué pasaba con la «opinión» del pueblo y la clase trabajadora? ¿Dónde estaban las voces del sector que, a pesar de todos los conflictos civiles que desató la clase política, seguía dinamizando el «desarrollo» del país?

Todos estos medios escritos, en sus primeros pasos, fueron una esperanza para la clase trabajadora, que pedía, desde sus puestos de trabajo en pequeñas industrias o incluso desde el campo, mayor atención a sus condiciones. Pero terminaron siendo, mayormente, centros de propaganda de intereses caudillistas. ¿Cabe mencionar publicaciones ligadas al interés de los trabajadores? Sí; un ejemplo fue La Democracia, que alentó proyectos como las ocho horas laborales o la expansión de las Sociedades de Socorros Mutuos, pero que al final se vio eclipsada por las disputas entre oficialismo y oposición. Recién con la llegada de Rafael Barrett y del argentino José Guillermo Bertotto la clase trabajadora pudo afianzar más la mirada hacia su realidad sin una óptica bipartidista. Ambos fundaron y dirigieron Germinal (1908), un espacio en defensa de las ideas de la clase trabajadora. Como bien recuerda el combativo Ciriaco Duarte –que dio voz a los trabajadores en El Obrero Gráfico (1940)– en su libro El sindicalismo libre en el Paraguay: «Era el periódico en el que defendían las cuestiones obreras y gremiales, y hacían su campaña de acérrima crítica anarquista contra la discrecionalidad del poder, la demagogia política y la explotación del trabajador».

Quizás el espíritu del periódico Germinal, y el deseo inicial de crear un medio en el que se pudiera hablar y discutir con total libertad y transparencia es lo que últimamente venimos viendo en algunos medios que denuncian las «discrecionalidades del poder», y estas denuncias van en beneficio de todos los trabajadores de la república que sufren los embates de la precarización del sistema laboral mientras el gobierno sigue empleando a familiares afines a su línea partidaria o amigos relacionados con algún tipo de «negocio». No olvidemos, tampoco, que la empresa de los medios afines al gobierno sigue existiendo, pero esta vez reforzada con nuevos paradigmas en una redoblada apuesta por lo mediático que, desde prácticas como la producción y difusión de fake news, culmina con la distorsión misma de la realidad política y social paraguaya.

Fuentes

Alcibíades González Delvalle: Periódicos y periodistas del Paraguay. Asunción, El Lector, 2020.

Milda Rivarola: Obreros, utopías y revoluciones. La formación de las clases trabajadoras en el Paraguay liberal, 1870 - 1931. Asunción, Centro de Documentación y Estudios (CDE), 1993.

*Mario Larroza es egresado de la carrera de Ciencias Políticas de la Escuela de Ciencias Sociales y Políticas de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), miembro del equipo de redacción de la Revista de Investigación Científica y Tecnológica de la Universidad Privada María Serrana (UPMS), investigador en el área de ciencias sociales, docente y militante del Partido Revolucionario Febrerista (PRF).

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