¿Mentira la verdad?

Sobre el desdén por la verdad en las sociedades capitalistas avanzadas y las ideas del sociólogo británico David Harvey habla este artículo del psicoanalista Alejandro Pascolini. Desde Buenos Aires, en exclusiva para los lectores de El Suplemento Cultural.

Jacques Lacan y la verdad: "El inconsciente dice lo verdadero sobre lo verdadero"
Jacques Lacan y la verdad: "El inconsciente, que dice lo verdadero sobre lo verdadero, está estructurado como un lenguaje"

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La cultura de las sociedades capitalistas avanzadas, refiere el sociólogo David Harvey en su obra La condición de la posmodernidad, ha sufrido una profunda transformación en lo que él llama «la estructura del sentimiento» (1).

¿De qué se trata esa estructura sentimental posmoderna para nosotros? Muy diversos elementos conforman el entramado de determinación de sentido epocal, pero preferiría acentuar en este escrito solo uno: el desprecio por el deseo de saber la verdad.

Harvey agrega: «En filosofía, la mezcla de un pragmatismo norteamericano revivificado por la ola posmarxista y posestructuralista que tuvo su impacto en París después de 1968 produjo lo que Bernstein llama “un encarnizamiento contra el humanismo y el legado de la Ilustración”. Esto se tradujo en una vigorosa denuncia de la razón abstracta y en una profunda aversión hacia cualquier proyecto que aspirara a la emancipación humana universal a través de la tecnología, la ciencia y la razón» (2).

Es decir, luego de la Segunda Guerra Mundial, y mucho más desde la década del 60, la nueva versión de dios es que la razón y el conocimiento son impotentes para el logro de los más altos ideales humanos, ideales sobre los cuales también recae una mueca de escepticismo.

No podemos dejar de considerar que si el dogma moderno de la razón como garante de la verdad en el posmodernismo es una pieza de museo, no por eso dejan de existir en la actualidad otras creencias absolutistas, con otros rituales.

Quizás el mercado y su ideología predadora ocupen ahora ese lugar vacante, el de la antigua divinidad de la razón ilustrada. «¿Tiene [el posmodernismo] un potencial revolucionario a causa de su oposición a todas las formas del meta-relato (incluyendo el marxismo, el freudismo y todas las formas de la razón de la Ilustración) y su preocupación por “otros mundos” y por “otras voces” tan largamente silenciados (mujeres, gays, negros, pueblos colonizados con sus propias historias)? ¿O se trata simplemente de la comercialización y domesticación del modernismo y de una reducción de las aspiraciones ya gastadas de este último a un laissez-faire, a un eclecticismo mercantil del “todo vale”?» (3).

La ideología absolutista en su relativismo actual adora el fragmento, lo discontinuo, lo fluido, lo inconsistente, la obsecuencia por la objeción, lo que en términos de Harvey deviene en un regodeo en el caos: «Empiezo con lo que parece ser el hecho más asombroso del posmodernismo: su total aceptación de lo efímero, de la fragmentación, de la discontinuidad y lo caótico que formaban una de las mitades de la concepción de la modernidad de Baudelaire. Pero el posmodernismo responde a este hecho de una manera particular. No trata de trascenderlo ni de contrarrestarlo, ni siquiera de definir los elementos “eternos e inmutables” que pueden residir en él. El posmodernismo se deja llevar y hasta se regodea en las corrientes fragmentarias y caóticas del cambio como si fueran todo lo que hay» (4).

Es decir que nos encontramos con una metafísica, con una fundamentación del ser que se propone como anti-metafísica pero que es más metafísica que el propio Aristóteles.

Es el ser que deviene, que nunca es igual a sí, que al cambiar siempre nunca cambia en su condición cambiante, condición aburrida y reiterativa de revolución permanente pero sin lucha de clases.

Entonces la verdad y el saber sobre ella quedan, como todo lo demás, reducidos a un objeto curioso de consumo, a un souvenir de otra época. Como aquellos barrios antiguos enclavados en las grandes ciudades y remodelados para la visita de los turistas que ofertan al mercado viajero nostalgias de otros tiempos como se vende cerveza o café.

Toda significación se entiende como equívoca e inestable: «Este entramado intertextual tiene vida propia. Todo lo que escribimos transmite significados que no nos proponemos o no podemos transmitir, y nuestras palabras no pueden decir lo que queremos dar a entender. Es inútil tratar de dominar un texto, porque el constante entramado de textos y significados está más allá de nuestro control. El lenguaje opera a través de nosotros. Es así como el impulso deconstructivista tiende a buscar en un texto otro texto, a disolver un texto en otro, a construir un texto en otro. Por lo tanto, Derrida considera que el collage / montaje define la forma primaria del discurso posmoderno. La heterogeneidad inherente a ello (sea en pintura, escritura, arquitectura) estimula en nosotros, receptores del texto o imagen, “la producción de una significación que no podría ser ni unívoca ni estable”» (5).

Para los grandes pensadores posmodernos no hay grandes verdades y todo se reduce, paradójicamente, a la gran verdad de la ausencia de verdades: «Por un lado, encontramos escritores como Foucault y Lyotard, que atacan explícitamente cualquier noción que suponga que las cosas pueden conectarse o representarse a través de un meta-lenguaje, meta-relato o meta-teoría. Las verdades universales y eternas, si existen, no pueden especificarse. Al condenar los meta-relatos (vastos esquemas interpretativos como los que desplegaron Marx o Freud) por su carácter “totalizante”, insisten en la pluralidad de formaciones del “discurso del poder” (Foucault), o de los “juegos de lenguaje” (Lyotard(6).

Al respecto, ya que se nombró al psicoanálisis freudiano, podemos puntuar cómo la posición de Lyotard se distingue claramente de la del psicoanalista francés Jacques Lacan, quien asevera: «Es por eso incluso por lo que el inconsciente, que dice lo verdadero sobre lo verdadero, está estructurado como un lenguaje, y por lo que yo, cuando enseño eso, digo lo verdadero sobre Freud, que supo dejar, bajo el nombre de inconsciente, a la verdad hablar» (7).

Y agrega en otro texto: «La interpretación analítica se distingue porque en lo que se articula en adelante como saber, por primitivo que sea, ella apunta a un efecto, efecto de saber por estar articulado allí, que vuelve sensible como su verdad» (8); y por último: «¿Lo que hacen ustedes, tiene sí o no el sentido de afirmar que la verdad del sufrimiento neurótico es tener la verdad como causa?» (9).

Muy por el contrario, Lyotard, en lo respectivo a la verdad, define lo posmoderno simplemente como «incredulidad hacia los meta-relatos» (10) y toda significación como un juego de lenguaje: «…no necesariamente (para Lyotard) establecemos “combinaciones estables de lenguaje, y las propiedades de las que sí establecemos no son necesariamente comunicables”. En consecuencia, “el sujeto social mismo parece disolverse en esta diseminación de juegos de lenguaje”» (11). Disolución del sujeto que, a nuestro entender, lo vuelvo errático y nihilista, puesto que, si los procesos subjetivos son el efecto de un azar inatrapable, toda posición comprometida frente a lo social se vuelve innecesaria, ya que no tiene sentido comprometerse a transformar lo que es mera ilusión simbólica.

En palabras de Soren Kierkegaard: «Nuestra época organiza una verdadera liquidación en el mundo de las ideas como en el mundo de los negocios. Todo se obtiene a precios tan irrisorios que cabe preguntarse si al final habrá comprador» (12).

Esta degradación de la verdad a un mero efecto de juegos de palabras está muy bien representada por el extracto de un diálogo entre dos personajes de la novela Los hermanos Karamazov, de Fiódor Dostoievski, el starets Zósimo y Fiódor Karamazov:

Starets: «…Sobre todo, no se mienta a sí mismo. El que se miente a sí mismo y escucha su propia mentira, llega a no distinguir la verdad ni en sí ni en torno suyo, perdiendo el verdadero respeto para él y para los demás…».

Fiódor: «En cuanto a mentir, no he hecho otra cosa en mi vida; todos los días y a todas horas. En verdad soy un embustero y padre de la mentira. Por otra parte, no creo que sea exactamente el padre de la mentira; me hago un lío con las palabras; el hijo de la mentira, y basta» (13).

«Lío con las palabras» posmoderno, licuación de los valores en una relativización confortable, funcional a no quedar mal (ni demasiado bien) con nadie. Deconstrucción de pasiones, juegos de palabras estériles, debilidad vital.

Ideología del sinsentido, donde la mortalidad infantil es solo un punto de vista deconstruible…

Notas

(1) David Harvey (1990). La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Amorrortu Editores.

(2) Ídem.

(3) Ídem.

(4) Ídem.

(5) Ídem.

(6) Ídem.

(7) Jacques Lacan (2002). La ciencia y la verdad. En: Lacan, J. Escritos 2. Siglo XXI Editores.

(8) Ídem.

(9) Ídem.

(10) David Harvey, op. cit.

(11) Ídem.

(12) Soren Kierkegaard (2008). Temor y temblor. Editorial Losada.

(13) Fiódor Dostoievski (1991). Los hermanos Karamazov. Biblioteca Edaf.

*Alejandro Pascolini es licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), psicoanalista de orientación lacaniana, docente, investigador, comunicador, conductor del programa Seguimos Perdiendo, de Radio Brújula TV, Buenos Aires, y autor del libro Huellas, silencios, horizontes. Una introducción crítica a la función del acompañante terapéutico (Buenos Aires, Letra Viva, 2014).

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